sábado, 11 de febrero de 2017

Política.

El debate 2016: más complejo que simple


Es Ortega y Gasset quien escribe: Yo soy yo y mis circunstancias. Máxima que implica la comprensión más allá de la voluntad, del deseo personal o de las aspiraciones para situar las decisiones y la propia personalidad como un asunto que están lejos de ser unilateralmente definitorias.

El maniqueísmo no sólo es ineficaz para calificar a las personas y su conducta en determinados momentos, es también un peligro de simplicidad a la hora de ejercer juicio sobre los asuntos públicos.

Quizá el momento más común en el que se impregna el discurso común de acusaciones y sacralizaciones es en la época de elecciones. Tal pareciera que la popularización de la democracia como método para designar a los administradores del poder político, ha ocasionado su simplificación al grado de perversión. No es la seriedad, el contenido y la sustancia lo que hoy define a las campañas políticas, sino el simplismo, el mensaje y la persuasión fácil, la digestión de las ideas para evitar el análisis, el pensamiento y con ello, claro es, la duda, la crítica, el criterio propio del ciudadano.

En entrevista con Letras Libres, el historiador Tzvetan Todorov (Junio 2015), éste dice: (…) No se busca la verdad si ya sabemos cuál es. Hay que aspirar a un enfoque imparcial. (…) No hay que someter la verdad al voto. La verdad es más fuerte que un voto. (…) Todorov se refiere al pasado y al trato que cada sociedad, cada país y cada Estado deber hacer sobre lo que se llama la gestión de la memoria, que no es otra cosa sino cómo se cuenta la historia de una nación.

Pero no sólo es la historia la que merece éste trato, lo es también el presente. Aunque con mayor complejidad por su cercanía y por las naturales pasiones políticas que despierta entre contrincantes en lucha por el poder, la verdad de las cosas, más aún si se trata de cuestiones públicas, suele ser más compleja de lo que se dice o de ésa inescrupulosa pedagogía simplista y prejuiciosa con la que los adversarios se tratan al momento de descalificar la labor e historial público del otro, en una demostración desgastante de intentar posicionarse no por la propuesta, sino como el personaje “menos peor” de las posibles alternativas.

Éste, lamentablemente, no es un problema exclusivo de las partes en disputa por la posición de la que se trate, cada día es más común (y lamentable) ver a medios de comunicación hacer eco de este discurso, sin la mayor auscultación de los dichos a través de investigaciones serias y el periodismo documental. La declaración se ha vuelto, una vez superada en el derecho penal, la reina de todas las pruebas, en perjuicio del debate crítico y el análisis sustancioso.

Hay fuentes inobjetables de esta situación: la falta de una cultura de rendición de cuentas real en nuestro sistema político, que consolide la exposición de motivos al momento de la toma de decisiones por parte de nuestros representantes, el constante temor al desgaste de la duda y el cuestionamiento, sin enterarse que es la herramienta de la que no quieren hacer uso la llave maestra: la transparencia. También la historia de decepciones que ha llevado a la ciudadanía al prejuicio contraproducente de que la actividad política es per se desprestigiada, mezquina y repugnante.

Hay que sostener la duda, sino cabe ya la esperanza. Si no es beneficio, entonces que sea condición. Que la duda emerja como respuesta inmediata para clarificar, para fortalecer y para dialogar, entre ciudadanos candidatos y ciudadanos votantes.

Ni el presente, ni el pasado son tiempos de juicio fácil. No deben serlo. El maniqueísmo no ayuda al análisis serio de las condiciones y situaciones públicas. Más bien perjudica e impide asumir y reconocer responsabilidades. No hay malos confesos, ni buenos auto descalificados.

Solo una visión realista de las circunstancias políticas e históricas (lejanas e inmediatas) nos permitirá entender que el contexto es más importante la mayor de las veces que la voluntad, sin que pueda despojarse al ánimo personal de cada cual y a su particular forma de actuar de la responsabilidad que todos habremos, tarde o temprano, de asumir por nuestras acciones y decisiones.

Finalmente, volviendo a Todorov: La democracia no permite reconciliar todos los puntos de vista, pero sí elaborar un relato común (…). El relato común debe ser la base del estado real, sin maquillajes ni moretones artificiales, que tiene Zacatecas: ése es el punto de partida, de ahí debemos comenzar a construir el futuro. ■


@CarlosETorres_

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