sábado, 11 de febrero de 2017

Política-VsPopulismo

La política: el uso responsable de su ejercicio
Por: Carlos E. Torres Muñoz
Fecha: noviembre 13, 2015
En: http://ljz.mx/2015/11/13/la-politica-el-uso-responsable-de-su-ejercicio/



Conforme las fechas electorales se acercan, el debate se endurece, aunque tristemente, no siempre se fortalece, pues en aras de obtener popularidad (ésa misma que no necesariamente significa credibilidad) se atropellan los valores que no sólo vigorizan a la democracia, sino que hacen más dignas las aspiraciones de quiénes pretendan representarnos y administrar el gobierno.

La honestidad (real y verificable), el respeto a las personas y su dignidad, la veracidad en nuestros actos, la responsabilidad en nuestras acciones y declaraciones, nuestra seriedad en la conducta pública y la consistencia de cada propuesta, posición o señalamiento, son características que, conforme se pretende ser más popular, menos se atienden.

Por eso mismo, debemos recordarle a quiénes pretenden gobernarnos y/o representarnos, que a nadie benefician las declaraciones sin sustento, hechas al vapor o en el ánimo de la confusión y lo que se suele llamar “a río revuelto, ganancia de los pescadores”. No deberíamos caer, ni permitir a nadie, este juego, porque sencillamente, la confusión no abona a nuestro desarrollo, nos distrae, nos usa y, finalmente, nos coloca en el riesgo de confiar en alguien que, al utilizar como estrategia la confusión, no es confiable.

Las versiones parciales, subjetivas, maliciosas y tendenciosas de información que puede causar crisis, institucionales, sociales, económicas o políticas, no benefician a nadie. Ni a sus creadores y divulgadores.

Ser  honestos, también significa hablar con la verdad, decir con sinceridad lo que se piensa, se sabe o también, de lo que se carece. Respetar la dignidad de las personas quiere decir también no utilizar la vulnerabilidad ni el interés y preocupación legítima de la población o determinados sectores para atraer reflectores, ganar seguidores o simplemente aparecer en los periódicos.

La democracia vive la crisis que hoy lamentamos en nuestro país, no por su diseño, ni por sus aspiraciones y menos aún por sus principios, sino por lo contrario: el simplismo irresponsable con el que la hemos cubierto, despojándola de la consistencia que cada uno de sus postulados necesita para hacerse realidad, más allá de la teoría.

Aunado a esto, los niveles de desconfianza, alimentados por razones no menores, son difíciles de combinar con la necesaria participación de la ciudadanía en la toma de decisiones, más allá del voto y su movilización electoral. Aquí es donde el discurso de “los buenos” contra “los malos” no funciona, ni ayuda a nadie.

Insistiré en dos posturas: la primera, la necesidad de franqueza en la vida pública. Nos urge honestidad en el mensaje y discursos políticos. Nos urge autocrítica y congruencia para con los propios, dejar de ver “la paja en el ojo del vecino”, pero también abandonar la oposición permanente y obsesiva a todo lo que no nos beneficie como expresión política.

Ésta es la receta que veo para rescatar la política como actividad digna, donde la honestidad, el profesionalismo, el compromiso y la convicción por la mejoría, sean más que palabras, acciones que reditúen a quiénes las impulsan.

Lo que más me preocupa (porqué sí me preocupa) del populismo, es el simplismo. La ilusión sin análisis, la excesiva confianza en el voluntarismo de un hombre-caudillo. El simplismo sí es un enemigo para la democracia. Porque las declaraciones irresponsables e incongruentes, la acusación sin pruebas, la falta de seriedad en el uso de la palabra y el uso inescrupuloso de las aspiraciones individuales y colectivas, es no solo un engaño, sino una trágica perversión de la política en espectáculo: todo lo justifica la cosecha de aplausos.

Ahí surge el juego perverso: la confusión contribuye al desprestigio, el desprestigio a la desconfianza, la desconfianza a la ausencia participativa del ciudadano y luego la peligrosa apatía, que permite a algunos faltar a la Ley sin las consecuencias que debería tener tal acción, apenas con exilios temporales de la vida pública, para luego tener reapariciones que permitimos en una resignación vergonzosa y dañina para nuestras instituciones.

La democracia se encuentra en una nueva etapa, ya no se trata solo de ganar elecciones, hemos llegado a la tierra prometida de la pluralidad política en todos los niveles de gobierno, ahora corresponde construir aquí, ya no basta pensar en ganar la elección, sino en responderle al elector, hacer del programa una realidad medible y tangible, y finalmente: recordar que la historia no acaba en nosotros.

@CarlosETorres_


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