Gabo: una generación que se nos va*.
Por: Carlos E. Torres Muñoz.
Hace semanas nos alarmamos con una
premonición que temíamos: Gabriel García Márquez fue internado, problemas de
salud lo llevaban de su casa al Hospital. Supimos que el tiempo no nos había
escuchado y no había dejado de pasar por nuestro querido Gabo, como nunca nos
ha escuchado, como nunca nos escuchará.
Saberlo de regreso a casa fue una
tranquilidad que sabíamos muy pasajera. Su breve paso por el Sanatorio nos
recordó lo que momentos antes he escrito. Algunos quizá se atrevieron a pedir,
en un egoísmo cariñoso, que el colombiano más mexicano aguantara muchos años
más. Otros hicimos un voto de silencio en respeto a lo que sabíamos inevitable,
tarde o temprano. Lamentablemente (por nosotros, los demás todos) fue más
temprano.
Leer a Gabriel García Márquez
es acceder a la sabiduría humana con sencillez, relatada humildemente por un
hombre que supo escuchar a los demás, compartir las historias y crear leyendas.
Me atrevo a llamar a este gigante humilde Gabo, porque a través de sus letras,
como con otros escritores, aprendí a escucharlo sin voz y a sentirlo familiar,
aún sin tenerlo nunca cerca físicamente.
Gabriel
García Márquez nos dio identidad cultural para el resto del mundo
contemporáneo. Nuestro sub-continente, ha sido erigido como un continente en
sí, gracias al idioma, que a pesar de las aventuras políticas, de las
bravuconadas estériles, y del olvido de nuestra historia en común al pasar de
los años, se mantiene unido por eso, una misma lengua que nos permite
comunicarnos, no siempre entendernos, pero siempre sentirnos conocidos,
cercanos.
Carlos
Fuentes, el mexicano más universal, lo describió como “un nuevo descubridor, un
bautizador del nuevo mundo… en la interminable tarea de darle nombre a
América”, en su discurso inaugural del IV Congreso de la Lengua Española. Eso
fue Gabo: un nuevo descubridor de nuestra esencia cultural en la provincia, en
las tradiciones pueblerinas, en las calles de cualquier pueblo latinoamericano
que puede ser Macondo. Una esencia que perdíamos frente al modernismo
extranjero (ajeno) siempre sobrevalorado.
Gabo
nos recordó que nuestra riqueza estaba en las calles de nuestros pueblos. En
las historias calladas hechas públicas en la convivencia de los mercados, de
las plazas, de las iglesias. Toda esa riqueza expresada en una lengua que cada
día demuestra más su rebeldía ante la geopolítica, olvidándose de fronteras,
arraigándose en personas.
Con
Gabo (salvo algunos cada año más escasos compañeros suyos), se nos va una generación
que supo ser grande a través de la expresión cultural y del esfuerzo por hacer
del siglo XX suyo a pesar de haber aparecido en su segunda mitad, no sólo lo
han logrado, han hecho suyo el siglo XX y la eternidad por un buen rato. Pese
a sus diferencias, con sus ideologías distintas, supieron hacer de su época,
una que aún añoramos.
Lo repito: la presencia de dos Jefes
de Estado en el Homenaje a Gabriel García Márquez, en Bellas Artes, nos recuerda
que más allá de fronteras, somos una verdadera Patria Grande, en el sentido
original que le dieran a esta expresión Simón Bolívar y José de San Martín.
Estamos unidos por la historia y por el presente que juntos podemos llamar
cultura. Cuando olvidamos esto equivocamos el futuro y tropezamos con un pasado
que se niega a irse, y que como todos los pasados: no se irá.
No olvidemos al Boom Latinoamericano.
No olvidemos sus voces, no olvidemos su rebeldía, su pasión por crear, su
ambición por la historia. No dejemos de leerlos ni de aprenderles. Notas
mentales que ojalá podamos compartir.
En contexto: Enhorabuena
por la iniciativa de darnos la oportunidad a los zacatecanos de escuchar de
viva voz al Valedor, Tomás Mojarro, otro Grande, así con mayúsculas. En
especial, de mi parte, a Simitrio Quezada.
Publicado originalmente en el medio electrónico regional Pulso del Sur (http://pulsodelsur.com/nota/20845).
Publicado originalmente en el medio electrónico regional Pulso del Sur (http://pulsodelsur.com/nota/20845).
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