sábado, 11 de febrero de 2017

Política

Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz. 


En el marco de la celebración del día internacional de erradicación de la violencia contra las mujeres, asistí, en compañía de buenos amigos, a la conferencia que dictó la Premio Nobel, Rigoberta Menchú en el Teatro Aguascalientes.

Concluíamos –varios-, que si bien las palabras de la activista guatemalteca caían en lugares comunes, existía un valor de sabiduría agregado a dichas palabras por ser las de una reconocida luchadora social. Y sin embargo, cualquiera de nosotros habríamos podido hablar en el mismo sentido que Rigoberta Menchú, el asunto, coincidíamos, era que el valor de nuestras frases no se equipararía al de las dichas por ella.

Es casi inevitable recordar a Octavio Paz –justamente, otro Nobel-, en su ya multicitado El laberinto de la soledad. Escrito a mediados del siglo pasado, Paz en un análisis, poético, sincero, cálido y objetivo de la cultura mexicana caía en esa conclusión, que yo hoy uso de premisa, el mexicano vive en un laberinto de soledad. Solo,  porque no confía en su vecino, no confía en su hermano, no confía en su compañero, al final de cuentas, tampoco confía en sí mismo.

Es esa verdad que permanece a pesar de los muchos avances sociales, económicos, tecnológicos y el largo etcétera que puede encontrarse en los libros de historia contemporánea de México, o en la introducción de cualquier plan de gobierno, lo que nos lleva a un grupo de jóvenes a agruparnos para confiar. Para confiar en cada uno, para confiar en ellos, para confiar en ustedes, porque al final de cuentas todo lo anterior tiene un solo sustantivo incluyente e inherente: nosotros.

Además de confiar, hay una idea clara en nuestras conversaciones. Coincidimos en la trillada idea de que es necesario, urgente incluso, un cambio. Sin embargo, si existe una diferencia a qué cambio nos referimos. No creemos en que los cambios sucedan por ajustes estéticos en los procesos de transición. Tampoco consideramos que las esperanzas deban ser puestas en un reducido grupo de mexicanos a nombre de más de 100 millones, aun cuando cuenten con el aval de la mayoría, mucho menos en uno, claro está. Creemos que NOS urge un cambio. Así, NOS, o sea, a todos, y por lo tanto, TODOS lo debemos generar.

Sin caer en un círculo, regreso a la primera idea, que es la premisa de este texto: confianza. Creemos en nosotros. En todos. Sin enumerarlos, para evitar el discurso y trillar otra vez. Pero todos, son TODOS. Y así surge, de la coincidencia en la confianza y en la idea del cambio, nuestro título: PODEMOS CAMBIAR.

Porque confiamos en que, con esfuerzo, a contracorriente de lo que hemos venido haciendo, salvando nuestras tradiciones, los orgullos que como nación poseemos, podemos evitar cada día más, con educación y compromiso solidario, los hábitos que nos impiden ser el país que deje las comparaciones peyorativas y nos lleve al país de los orgullos compartidos, PODEMOS CAMBIAR.

Podemos Cambiar nace con dos ideas que van a contracorriente en el discurso común que se utiliza hoy en la vida pública: no queremos que la gente crea en alguien, queremos que crea en ella misma, no buscamos que se ponga la esperanza más allá de sus propios sueños, queremos que el ciudadano confíe en su capacidad de cambio, no en las posibilidades que le promete o le hace soñar un agente externo.

Dos: no creemos en el proceso –más alegórico que cierto- de la ciudadanización de los políticos, no queremos políticos que se hagan pasar por ciudadanos, que al fin, ésa es una característica intrínseca. Queremos que los ciudadanos se vuelvan políticos. Que entiendan que la política no es esto que hacen quienes ocupan hoy la responsabilidad de administrar lo que a todo nos pertenece. La política es el arte de lo posible, es la ciencia del pueblo. Es la vía para la unidad de la diversidad y la convivencia de lo plural. Por eso, nos pronunciamos por la profesionalización de los políticos y la politización de los ciudadanos.

Tampoco creemos en la generalización. Entre quienes se dedican al servicio público –o política, evito su uso para demeritar más a tan noble ciencia-,  los hay totalmente corrompidos, alejados de la que debería ser su labor que es servir con eficiencia a sus representados, quienes administran lo público como privado, pero también los hay quienes no han perdido la misión del servidor público, que es justamente ésa: servir al pueblo, al público.  Podemos Cambiar, acompañará la lucha de estos últimos contra los primeros, porque, también habrá que aceptarlo, los primeros son los más, y los segundos, los menos. Pero la acompañará en concertaciones públicas, abiertas, de tal forma que quede claro: la conducta de los actores públicos debe ser siempre a la luz pública y acompañada de argumentos, proyectos, metas y objetivos claros y sin ambigüedades lleven al desprestigio de la toma de decisiones.

He abusado de la confianza que me brinda este medio comprometido con las causas comunes de México y en particular de Aguascalientes, sólo porque es ésta la presentación de un mar de ideas, sueños, aspiraciones y proyectos que no caben en un millar de palabras para explicarse.

Lo que sí, es que son necesarias sólo dos para definir la gama de premisas y conclusiones con las que iniciamos esta etapa de nuestros esfuerzos: PODEMOS CAMBIAR.


*Publicado en La Jornada Aguascalientes, en su edición del 16 de diciembre de 2012.
http://www.lja.mx/2012/12/podemos-cambiar-confianza-y-politica/

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