Por: Carlos Eduardo
Torres Muñoz.
En el marco de la celebración del día internacional
de erradicación de la violencia contra las mujeres, asistí, en compañía de
buenos amigos, a la conferencia que dictó la Premio Nobel, Rigoberta Menchú en
el Teatro Aguascalientes.
Concluíamos –varios-, que si bien las palabras de
la activista guatemalteca caían en lugares comunes, existía un valor de
sabiduría agregado a dichas palabras por ser las de una reconocida luchadora
social. Y sin embargo, cualquiera de nosotros habríamos podido hablar en el
mismo sentido que Rigoberta Menchú, el asunto, coincidíamos, era que el valor
de nuestras frases no se equipararía al de las dichas por ella.
Es casi inevitable recordar a Octavio Paz
–justamente, otro Nobel-, en su ya multicitado El laberinto de la soledad.
Escrito a mediados del siglo pasado, Paz en un análisis, poético, sincero,
cálido y objetivo de la cultura mexicana caía en esa conclusión, que yo hoy uso
de premisa, el mexicano vive en un laberinto de soledad. Solo, porque no
confía en su vecino, no confía en su hermano, no confía en su compañero, al
final de cuentas, tampoco confía en sí mismo.
Es esa verdad que permanece a pesar de los muchos
avances sociales, económicos, tecnológicos y el largo etcétera que puede
encontrarse en los libros de historia contemporánea de México, o en la
introducción de cualquier plan de gobierno, lo que nos lleva a un grupo de
jóvenes a agruparnos para confiar. Para confiar en cada uno, para confiar en
ellos, para confiar en ustedes, porque al final de cuentas todo lo anterior
tiene un solo sustantivo incluyente e inherente: nosotros.
Además de confiar, hay una idea clara en nuestras
conversaciones. Coincidimos en la trillada idea de que es necesario, urgente
incluso, un cambio. Sin embargo, si existe una diferencia a qué cambio nos
referimos. No creemos en que los cambios sucedan por ajustes estéticos en los
procesos de transición. Tampoco consideramos que las esperanzas deban ser
puestas en un reducido grupo de mexicanos a nombre de más de 100 millones, aun
cuando cuenten con el aval de la mayoría, mucho menos en uno, claro está.
Creemos que NOS urge un cambio. Así, NOS, o sea, a todos, y por lo tanto, TODOS
lo debemos generar.
Sin caer en un círculo, regreso a la primera idea,
que es la premisa de este texto: confianza. Creemos en nosotros. En todos. Sin
enumerarlos, para evitar el discurso y trillar otra vez. Pero todos, son TODOS.
Y así surge, de la coincidencia en la confianza y en la idea del cambio,
nuestro título: PODEMOS CAMBIAR.
Porque confiamos en que, con esfuerzo, a
contracorriente de lo que hemos venido haciendo, salvando nuestras tradiciones,
los orgullos que como nación poseemos, podemos evitar cada día más, con
educación y compromiso solidario, los hábitos que nos impiden ser el país que
deje las comparaciones peyorativas y nos lleve al país de los orgullos
compartidos, PODEMOS CAMBIAR.
Podemos Cambiar nace con dos ideas que van a
contracorriente en el discurso común que se utiliza hoy en la vida pública: no
queremos que la gente crea en alguien, queremos que crea en ella misma, no
buscamos que se ponga la esperanza más allá de sus propios sueños, queremos que
el ciudadano confíe en su capacidad de cambio, no en las posibilidades que le
promete o le hace soñar un agente externo.
Dos: no creemos en el proceso –más alegórico que
cierto- de la ciudadanización de los políticos, no queremos políticos que se
hagan pasar por ciudadanos, que al fin, ésa es una característica intrínseca.
Queremos que los ciudadanos se vuelvan políticos. Que entiendan que la política
no es esto que hacen quienes ocupan hoy la responsabilidad de administrar lo
que a todo nos pertenece. La política es el arte de lo posible, es la ciencia
del pueblo. Es la vía para la unidad de la diversidad y la convivencia de lo
plural. Por eso, nos pronunciamos por la profesionalización de los políticos y
la politización de los ciudadanos.
Tampoco creemos en la generalización. Entre quienes
se dedican al servicio público –o política, evito su uso para demeritar más a
tan noble ciencia-, los hay totalmente corrompidos, alejados de la que
debería ser su labor que es servir con eficiencia a sus representados, quienes
administran lo público como privado, pero también los hay quienes no han
perdido la misión del servidor público, que es justamente ésa: servir al
pueblo, al público. Podemos Cambiar, acompañará la lucha de estos últimos
contra los primeros, porque, también habrá que aceptarlo, los primeros son los
más, y los segundos, los menos. Pero la acompañará en concertaciones públicas,
abiertas, de tal forma que quede claro: la conducta de los actores públicos
debe ser siempre a la luz pública y acompañada de argumentos, proyectos, metas
y objetivos claros y sin ambigüedades lleven al desprestigio de la toma de decisiones.
He abusado de la confianza que me brinda este medio
comprometido con las causas comunes de México y en particular de
Aguascalientes, sólo porque es ésta la presentación de un mar de ideas, sueños,
aspiraciones y proyectos que no caben en un millar de palabras para explicarse.
Lo que sí, es que son necesarias sólo dos para
definir la gama de premisas y conclusiones con las que iniciamos esta etapa de
nuestros esfuerzos: PODEMOS CAMBIAR.
*Publicado en La Jornada
Aguascalientes, en su edición del 16 de diciembre de 2012.
http://www.lja.mx/2012/12/podemos-cambiar-confianza-y-politica/
http://www.lja.mx/2012/12/podemos-cambiar-confianza-y-politica/
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