sábado, 11 de febrero de 2017

Ideas


Sin cultura de legalidad, difícil avanzar.
Carlos E. Torres Muñoz.

La premisa fundamental del concepto de Estado de Derecho, parte de la sujeción de todo acto de autoridad se someta a la ley, a fin de gozar de seguridad jurídica para la población. En la actualidad este concepto no basta para definir al Estado de Derecho (en su concepción más amplia), a la idea original se unen las siguientes: que la ley sea creada siguiendo un proceso democrático, a partir de órganos públicos representativo de los ciudadanos; la independencia del Poder Judicial y la sujeción de éste a la ley, mismo que aplicará dicha norma para resolver conflictos de intereses entre personas.

Partiendo del concepto doctrinario del Estado y sus elementos (Territorio, Población y Poder), las instituciones (Poder), no son las únicas que deben someterse al derecho, sino también el elemento comunitario, es decir, la sociedad en conjunto, cada ciudadano en lo individual (Población). Es obligación correlativa de éstos, conocer la ley, cumplirla y denunciar ante la instancia que corresponda (frase trillada y ambigua, pero aplicable al caso) las violaciones a ésta. Una obligación más completa sería la de rechazar todo acto ilícito. 

La cultura de la legalidad hace referencia al cumplimiento de estas condiciones en forma cotidiana y natural. Cuando existe una predisposición en la conducta de las personas a convivir a partir de las condiciones que antes mencionamos. Esto solo es posible, claro, con el cumplimiento de las premisas relativas a la parte institucional. Usted identificará que, lamentablemente, México no es el caso, ni en la primera parte, ni en la segunda, y esto es porque, aunque solemos olvidarlo, ambos elementos humanos tienen un mismo origen: la sociedad mexicana.

Los servidores públicos son ciudadanos que sirven a otros ciudadanos, y por la misma razón, por lo común, comparten valores cívicos.

Esto nos lleva a entender la falta de cultura de legalidad en nuestro país como un círculo vicioso: La sociedad mexicana carece de cultura de respeto y confianza en la ley, en parte porque sus funcionarios públicos no aplican a cabalidad la norma en sus actos de autoridad, de ésta sociedad surgen dichos funcionarios públicos, que luego, no aplican la ley, lo que mina la confianza y el respeto a una vida en comunidad regida por el derecho… (Tan repetitivo el círculo como se lee).

Al respecto la Doctora Ma. Fernanda Somuano, del Colegio de México, realizó un interesante estudio, titulado Cultura de legalidad, valores democráticos y la participación de las mujeres en  México, del que compartiremos y comentaremos algunas cifras que apuntalan nuestro argumento.

Al pedirle a la gente que evaluara su respeto a la ley, del 1 al 10, en la que 10 significaba mucho respeto a la ley, solo el 17.7% respondió 10, distribuyéndose el resto en los otros números, alcanzando la mayor cantidad 8, con 32%. Menos de una quinta parte dice respetar la ley, dado que suponemos que la ley se respeta en su totalidad (o sea mucho), no en grados, ni haciendo juicios de valor extra-institucionales.

Luego encontramos que los mexicanos no creemos que la ley se respete (claro está si menos de una quinta parte declara respetarla completamente), con tan solo un 2.6% que declara, en la misma escala del 1 al 10, que se respeta mucho, en 10, mientras que la respuesta 5 –lo que podríamos traducir en “No se respeta mucho la ley”- es casi diez veces mayor con un 23%.

El respeto que le tenemos a la ley, deriva del valor que le demos al cumplimiento de ésta, independientemente de si tiene o no consecuencias jurídicas de castigo –sanción o pena-, es decir, es una convicción personal interna que se exterioriza en su cumplimiento más allá de su imposición. En este sentido al cuestionarle a los encuestados que tan de acuerdo estaba con la frase “Violar la ley no es malo, lo malo es que te sorprendan”4.4% dijo estar “Muy de acuerdo”, y 15.8 “De acuerdo” (A otro15.7% le da igual, o sea que tampoco está en contra), por lo que queda claro que, cuando menos para la quinta parte de los encuestados, no es un valor moral acatar la ley, sino más bien una exigencia pragmática: es práctico cumplirla como también suele ser práctico no cumplirla en condiciones de impunidad.

Además de lo anterior, la cultura de la legalidad, tiene la base de su fuerza en la cohesión social que exista entre los miembros de determinada comunidad a fin de formar la fuerza ciudadana suficiente para obligar a las autoridades –Elemento humano representativo del Estado- a respetar la ley, esto en caso de que la corrupción fuera un síntoma exclusivo de la élite gobernante. Sin embargo la mutua confianza tampoco está presente en nuestros valores nacionales (no es una afirmación novedosa y quizá la descripción más acabada de este síntoma mexicano es El laberinto de la soledad de Octavio Paz). De acuerdo al estudio de la Doctora Somuano, 59% de los encuestados contestaron tener poca o nada de confianza en los demás, mientras que 62.7% cree que se puede confiar poco en las demás personas, mientras que 18.7% cree que no se puede confiar nada.

En México la corrupción es la antítesis de la cultura de la legalidad en concepto y en números, quiénes no creen en que cumplir la ley es un imperativo moral más allá de la imposición por parte del Estado, consideran que hay formas de evadir la ley y suplirla por acuerdos extra-legales, en todas las capas sociales, en todos los sectores, en la sociedad en general. En la misma encuesta, al responder Cuál creía que era el principal problema de la impartición de justicia, la corrupción se llevó un arrasador primer lugar con 22.3%, frente a un conjunto de respuestas que no superaron el 3%.

Lo identificamos, pero pocos están dispuestos a dar el primer paso: cumplir, coadyuvar a que se cumpla y exigir que se cumpla la ley, concientizar a nuestro círculo social de la importancia que tiene la cultura de la legalidad y sus ventajas. Es una apuesta al futuro, claro está, un esfuerzo a largo plazo.

Lo esperanzador es que cada día son y podemos ser más, debemos, tenemos que aportar nuestro grano de arena para que sea posible vivir bajo esta idea colectiva, institucional y cultural.


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