Sin cultura de legalidad, difícil
avanzar.
Carlos E. Torres Muñoz.
La premisa fundamental del
concepto de Estado de Derecho, parte de la sujeción de todo acto de autoridad
se someta a la ley, a fin de gozar de seguridad jurídica para la población. En
la actualidad este concepto no basta para definir al Estado de Derecho (en su
concepción más amplia), a la idea original se unen las siguientes: que la ley
sea creada siguiendo un proceso democrático, a partir de órganos públicos
representativo de los ciudadanos; la independencia del Poder Judicial y la
sujeción de éste a la ley, mismo que aplicará dicha norma para resolver
conflictos de intereses entre personas.
Partiendo del concepto
doctrinario del Estado y sus elementos (Territorio, Población y Poder), las
instituciones (Poder), no son las únicas que deben someterse al derecho, sino
también el elemento comunitario, es decir, la sociedad en conjunto, cada ciudadano
en lo individual (Población). Es obligación correlativa de éstos, conocer la
ley, cumplirla y denunciar ante la instancia que corresponda (frase trillada y
ambigua, pero aplicable al caso) las violaciones a ésta. Una obligación más
completa sería la de rechazar todo acto ilícito.
La cultura de la
legalidad hace referencia al cumplimiento de estas condiciones en
forma cotidiana y natural. Cuando existe una predisposición en la conducta de
las personas a convivir a partir de las condiciones que antes mencionamos. Esto
solo es posible, claro, con el cumplimiento de las premisas relativas a la
parte institucional. Usted identificará que, lamentablemente, México no es el
caso, ni en la primera parte, ni en la segunda, y esto es porque, aunque
solemos olvidarlo, ambos elementos humanos tienen un mismo origen: la sociedad
mexicana.
Los servidores públicos son
ciudadanos que sirven a otros ciudadanos, y por la misma razón, por lo común,
comparten valores cívicos.
Esto nos lleva a entender la
falta de cultura de legalidad en nuestro país como un círculo vicioso: La
sociedad mexicana carece de cultura de respeto y confianza en la ley, en parte
porque sus funcionarios públicos no aplican a cabalidad la norma en sus actos
de autoridad, de ésta sociedad surgen dichos funcionarios públicos, que luego,
no aplican la ley, lo que mina la confianza y el respeto a una vida en
comunidad regida por el derecho… (Tan repetitivo el círculo como se lee).
Al respecto la Doctora Ma.
Fernanda Somuano, del Colegio de México, realizó un interesante estudio,
titulado Cultura de legalidad, valores democráticos y la participación de las
mujeres en México, del que compartiremos y comentaremos algunas cifras
que apuntalan nuestro argumento.
Al pedirle a la gente que
evaluara su respeto a la ley, del 1 al 10, en la que 10 significaba
mucho respeto a la ley, solo el 17.7% respondió 10, distribuyéndose
el resto en los otros números, alcanzando la mayor cantidad 8, con 32%.
Menos de una quinta parte dice respetar la ley, dado que suponemos que la ley
se respeta en su totalidad (o sea mucho), no en grados, ni haciendo juicios de
valor extra-institucionales.
Luego encontramos que los
mexicanos no creemos que la ley se respete (claro está si menos de una quinta
parte declara respetarla completamente), con tan solo un 2.6% que
declara, en la misma escala del 1 al 10, que se respeta mucho, en
10, mientras que la respuesta 5 –lo que podríamos traducir en
“No se respeta mucho la ley”- es casi diez veces mayor con un 23%.
El respeto que le tenemos a la
ley, deriva del valor que le demos al cumplimiento de ésta, independientemente
de si tiene o no consecuencias jurídicas de castigo –sanción o pena-, es decir,
es una convicción personal interna que se exterioriza en su cumplimiento más
allá de su imposición. En este sentido al cuestionarle a los encuestados que
tan de acuerdo estaba con la frase “Violar la ley no es malo, lo malo
es que te sorprendan”, 4.4% dijo estar “Muy de acuerdo”,
y 15.8 “De acuerdo” (A otro15.7% le da igual, o
sea que tampoco está en contra), por lo que queda claro que, cuando menos para
la quinta parte de los encuestados, no es un valor moral acatar la ley, sino
más bien una exigencia pragmática: es práctico cumplirla como también suele ser
práctico no cumplirla en condiciones de impunidad.
Además de lo anterior, la
cultura de la legalidad, tiene la base de su fuerza en la cohesión social que
exista entre los miembros de determinada comunidad a fin de formar la fuerza
ciudadana suficiente para obligar a las autoridades –Elemento humano
representativo del Estado- a respetar la ley, esto en caso de que la corrupción
fuera un síntoma exclusivo de la élite gobernante. Sin embargo la mutua
confianza tampoco está presente en nuestros valores nacionales (no es una
afirmación novedosa y quizá la descripción más acabada de este síntoma mexicano
es El laberinto de la soledad de Octavio Paz). De acuerdo al estudio de la
Doctora Somuano, 59% de los encuestados contestaron tener
poca o nada de confianza en los demás, mientras que 62.7% cree
que se puede confiar poco en las demás personas, mientras que 18.7% cree
que no se puede confiar nada.
En México la corrupción es la
antítesis de la cultura de la legalidad en concepto y en números, quiénes no
creen en que cumplir la ley es un imperativo moral más allá de la imposición
por parte del Estado, consideran que hay formas de evadir la ley y suplirla por
acuerdos extra-legales, en todas las capas sociales, en todos los sectores, en
la sociedad en general. En la misma encuesta, al responder Cuál creía que era
el principal problema de la impartición de justicia, la corrupción se llevó un
arrasador primer lugar con 22.3%, frente a un conjunto de respuestas que no
superaron el 3%.
Lo identificamos, pero pocos
están dispuestos a dar el primer paso: cumplir, coadyuvar a que se cumpla y
exigir que se cumpla la ley, concientizar a nuestro círculo social de la
importancia que tiene la cultura de la legalidad y sus ventajas. Es una apuesta
al futuro, claro está, un esfuerzo a largo plazo.
Lo esperanzador es que cada día
son y podemos ser más, debemos, tenemos que aportar nuestro grano de arena para
que sea posible vivir bajo esta idea colectiva, institucional y cultural.
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