La cómoda
irresponsabilidad.
Carlos Eduardo Torres
En la famosa serie de
Netflix, House of Cards, en el capítulo 3 de la Segunda Temporada el
Vicepresidente Frank Underwood (interpretado formidablemente por Kevin Spacey),
obliga a los Senadores que le hacen el vacío a la sesión para aprobar una
última oportunidad para votar un plan de emergencia, al ordenar al Comisario de
la Cámara Alta que espose a los representantes estatales que se encuentren en
el recinto del Senado, y los lleve por la fuerza al Pleno, como toda la serie,
los argumentos, las escenas y la ejemplificación de estrategias, es formidable
ver el temple de éste personaje ficticio (al que muchos conocidos andan
queriendo interpretar en la vida real sin tener las características ni
ficticias, ni reales del personaje), para obligar a los Senadores de éste
también Senado ficticio, a que… cumplan con su obligación.
En México, se ha vuelto una
conducta común la de “hacer el vacío legislativo”, sea rompiendo el Quórum
legal para que los cuerpos parlamentarios sesionen, o simplemente ausentándose
de ciertos actos, en “acto de protesta”. Lo es por dos razones básicamente:
porque dichos actos no tienen la consecuencia inmediata que deberían tener en
la dieta de nuestros legisladores y, porque es una posición de “protesta”
cómoda: Ni te veo, ni te escucho, en un afán de querer negarte autoridad e
importancia, pero cediéndote el escenario para que seas tú el protagonista de
la escena.
Lo han hecho todos los
partidos, aunque en mayor medida los que en este momento a nivel federal y
local representan a la oposición. Lo que en su momento sí fue una decisión que
cuestionaba de manera simbólica la legitimidad de ciertos actos políticos, pasó
a ser una especie de ausentismo irresponsable, cómodo y sin mayor mérito que la
ridícula simulación de una dignidad hace mucho tiempo puesta en duda.
Por otro lado, y para acercarme
con mayor precisión al tema en el que quiero concluir, el formato en el que el
Ejecutivo (sea federal o local) cumple con la obligación de rendir cuentas al
Poder Legislativo (en la ya clásica teoría del checks and balances), se ha
venido modificando a partir de los resultados de la primera elección luego de
la alternancia, la de 2006, en la que, por la tensión que se dio a partir de
los resultados de la elección presidencial. Todos recordaremos la escena de
Vicente Fox tratando de ingresar a San Lázaro e impedido por los Legisladores
del bloque derrotado de izquierda.
Fue a partir de entonces en los
que se ideó que el formato estaba sobrepasado, que no permitía una sana
revisión por ejes y dependencias, y que más bien, se asistía en ese día a un
día de protagonismo del Presidente en turno, manteniendo viva una actitud de
otras épocas del país. No fue el Partido Revolucionario Institucional
(protagonista principal de las épocas que se veían superadas) el que propuso,
ni el que ideó esta nueva modalidad de rendición de cuentas entre los dos
Poderes surgidos de las mayorías.
Hoy, tanto en Zacatecas, como
en el ámbito federal, hemos acudido a dicho ejercicio con la exigencia,
extrañamente melancólica, de parte de la oposición, de regresar al “entrañable
pasado” y volver a la antigua forma en que se practicaba esta obligación
política. Extraña incongruencia. Siempre que veo cambiar las posturas de
quiénes aspiraban a hacer la diferencia en el ejercicio del poder, al
implementar el discurso que, desde la esperanza democratizadora, pregonaban,
recuerdo a Castillo Peraza y su idea de no cambiar ni de ideas, ni de posturas
cuando de la oposición, se pasa al poder, y del poder a la oposición.
El autollamado grupo de
Diputados Por un Zacatecas para todos (idea que me remite a la inclusión) se ha
excluido de la vía institucional y ha venido ejerciendo su actividad
crítico-analítica de manera separada. No es chico el favor que le hacen a los
comparecentes, pues ante su ausencia, cuentan con una no menos cómoda
complacencia, que la cómoda irresponsabilidad de figurarse los dignos y
practicar un monólogo de crítica dura, de declaraciones mediáticas y de
posturas fáciles, de comunicación pública vía periódicos y de acusaciones sin
derecho de réplica en términos formales.
No deberían olvidar los
Diputados Locales, que es su obligación constitucional la de representarnos en
ese tipo de ejercicios, y que su ausencia no es una forma de cumplir con
ella.
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