sábado, 11 de febrero de 2017

Política-medios.

La apología de la sospecha*.
Por Carlos Eduardo Torres Muñoz.

La relación laboral entre MVS medios y la periodista Carmen Aristegui se ha dado por terminada. Luego de un par de tropiezos de ambos lados, la exitosa emisión de la periodista más crítica de la actualidad mexicana no se emitió este lunes, y pareciera que no hay vuelta atrás.

Al momento que esto escribo, en cada expresión trato de tener cuidado por la segura molestia de muchos de sus seguidores y otros tantos, que sin haberla escuchado cotidianamente, se han subido en la situación para lanzar sus repetidas declaraciones colmadas de términos que la mayoría de las veces ni encajan con la realidad, ni con su significado, llenando las redes sociales y las discusiones de politiquería y no de política.

Sin embargo, celebro la molestia. La indignación, el interés por el derecho de una voz crítica y sobre todo, la oposición a perder espacios de libertad en nuestro país. Coincido en que todos perdemos con su ausencia en medios, así como en que, pese a lo que diga sea molesto y no pocas veces tendencioso, debe permanecer intacto su derecho a decirlo, en el margen de la ley.

Pero esta participación no se trata de defender a Aristegui, que, congratulándome otra vez, han sobrado voces con esa intención, sino poner a prueba dos capacidades: la de tolerancia y la de análisis serio, que tenga sustento más allá de la suposición inquisitoria (declarando culpable al sospechoso, sin darle oportunidad ni de defensa, ni de legítima duda).

Hasta el momento ha sido el común denominador de la molestia expresada en redes, artículos de opinión y expresiones públicas, el de culpar al Gobierno Federal, encabezado por Enrique Peña Nieto de orquestar la salida de Carmen Aristegui de Noticias MVS, sin más razón que el de haber sido destinatario directo de investigaciones que, en efecto, bastante le han costado al Presidente y su equipo en términos de credibilidad, circunstancia misma que él ha reconocido.

Se ha obviado en el “crítico análisis”, cuando menos, desde mi punto de vista tres cosas: la primera, que en los tropezones escalaron en el tono a grados poco comunes entre empleador y empleado; la segunda que Joaquín Vargas ya había recibido presiones fuertes en el pasado e incluso amenazas directas, relacionadas con su concesión, de parte de los anteriores ocupantes del Ejecutivo, sin que esto fuera suficiente para que de tajo decidiera cortar con la periodista y, tercero: Enrique Peña Nieto no tiene, ni de lejos, los poderes “meta-constitucionales” que en el pasado tuvieron otros Presidentes del régimen de partido hegemónico. Explicaré con brevedad mis tres puntos.

Coincido en que MVS exageró su reacción frente a los periodistas que comprometieron su marca sin consultárselo, máxime cuando éstos habían demostrado dar una primicia del tamaño que la dieron. La otra parte es que, Carmen, lejos de sostener una postura de exigencia en lo privado, la sostuvo en lo público y luego, demostró su total inconformidad a los lineamientos que su empresa empleadora le dio, llevando la relación laboral a límite, y, de manera inocente, protagónica, retadora o simplemente transparente, incitando MVS a definir sus parámetros organizacionales a gusto de la reconocida conductora. Se ha dicho frente a ello que esta relación no se ajusta llanamente a los criterios comunes de patrón-trabajador, puesto que la información es un bien de carácter público, y dicha empresa tiene una concesión estatal. Coincido en parte, sin embargo, lo cierto es que al hacerse concesionario un particular de un bien público, las relaciones entre éste y sus empleados quedan sujetas a dicho esquema obrero patronal. De no ser así, entonces dejemos la lucha con MVS y ¡Exijámosle (y obliguemos conforme a esta lógica jurídica –inexistente-) a Televisa que contrate a Carmen y le dé horario estelar!

En segundo, en declaraciones anteriores el propio Vargas hizo públicas las amenazas que sufrió de parte de Javier Lozano, hoy Senador del PAN por el Estado de Puebla, y entonces Secretario del Trabajo. Mismas que según la columna de Francisco Garfias en Excélsior, el propio Lozano ha aceptado, aunque en otros términos. Entonces, al propio Joaquín Vargas, no le bastaron amenazas de la naturaleza de la concesión de la banda 2.5 Ghz. Hoy, no vería porqué, cuando en este sexenio incluso se le negó ya la máxima aspiración en términos de telecomunicaciones que podría tener (TV) accedería a la presión o incluso, en el peor de los casos, exigencia de despedir a su conductora estrella.

Finalmente, el Presidente Enrique Peña Nieto, no tiene, ni de lejos, todos los poderes que Jorge Carpizo denominó meta-constitucionales, y que le permitían a quiénes si los tenían controlar a casi todos los actores de la vida pública del país. Peña Nieto no es Echeverría, al que en contenido de discurso y posiciones ideológicas y políticas se parece más López Obrador.  

En efecto el gobierno de la segunda alternancia goza de un margen de maniobra envidiable en los sexenios anteriores de la etapa de la transición, sin embargo, ese mismo margen se lo han dado los mexicanos, a través de su voto por el propio PRI y los partidos con los que ha logrado formar amplias mayorías en el Congreso de la Unión: Verde y Nueva Alianza, la mayoría de las veces y no pocas Acción Nacional y el PRD.

Apelo, al momento de expresar mi opinión, al análisis serio y al respeto a la libertad que todos estamos exigiendo para Carmen Aristegui, sin la más mínima intención de compararme más que en ese punto: todos tenemos derecho a expresar nuestra opinión en el ejercicio legítimo y legal de esta libertad.

Por el bien de las libertades en México, ojalá Carmen y su equipo encuentren pronto un medio que les permita seguir en el debate público y aportando lo que han venido aportando: el balance necesario en toda democracia a la opinión pública.

*Artículo publicado por La Jornada Zacatecas el 19 de marzo de 2015.
http://ljz.mx/2015/03/19/la-apologia-de-la-sospecha/?doing_wp_cron=1432510832.8135409355163574218750

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