miércoles, 21 de noviembre de 2018

Participación ciudadana en serio: hacia una Nueva Ley de Participación Ciudadana para Zacatecas


Participación ciudadana en serio: hacia una Nueva Ley de Participación Ciudadana para Zacatecas





Sí de algo han servido las recientes convocatorias a participar en las consultas populares organizadas por el Gobierno Electo, es para que volvamos a un punto pendiente en nuestra agenda pública: la participación ciudadana en las decisiones públicas (este concepto que es un poco más amplio que el de políticas y que incluye su vertiente sobre las definiciones del poder, aún cuando no se desarrollen en estrategias de gobierno).
Creo que hemos superado ya el viejo dilema sí la democracia participativa debilitaba la versión representativa. Es tiempo de caer en la cuenta de que la complejidad de las sociedades de nuestros tiempos requiere un esfuerzo mayor al del diseño original de nuestros antiguos instrumentos de democracia y que ha llegado el momento de dotar de una identidad permanente, sentido de pertenencia y cercanía a todas nuestras figuras que forman parte del complejo político-jurídico, del Estado liberal, sí es que queremos que éste y sus virtudes permanezcan vigentes.
Lo que sigue pendiente de definir es el modelo de participación al que aspiramos. Las consultas de López Obrador, son más bien herramientas de legitimidad para decisiones ya tomadas y han quedado solo en su vertiente participativa, más no deliberativa. No hemos gozado de los suficientes insumos de información, ni de mecanismos de participación más amplios, potenciados por las nuevas tecnologías de la información. No basta la participación, ya que sí está sólo es de cantidad y no de calidad, podríamos caer en lo que Norberto Bobbio llamó “la tiranía de las mayorías”, un abuso de la democracia mayoritaria, que el propio Michelangelo Bovero ha advertido en su reciente conceptualización de la “plenocracia”.
Por ello mismo es importante que ante este riesgo, el de que la democracia participativa se convierta en una amenaza para los derechos humanos y para la democracia misma como un concepto sustancial, es que debemos avanzar en la concepción de un concepto más ampliado: el de la democracia deliberativa, con vías de participación seria, sustancial y corresponsable para nuestra democracia.
Los recientes acontecimientos en México también dan prueba de ello. La conformación del Sistema Nacional Anticorrupción, nos ha dejado interesantes lecciones sobre la participación ciudadana sustancial, pero también sobre el valor que tiene la visión sistémica en la implementación de políticas de Estado.
Es por esto mismo que sí queremos tomarnos la participación ciudadana en serio, debemos empezar a diseñar nuevas normas que permitan esta opción, pero también instituciones que coadyuven a ella. Todo en un mismo sentido: derechos que gocen de las suficientes garantías para ser más que enunciados aspiracionales.
En este sentido es que la redacción de una Nueva Ley de Participación Ciudadana para el Estado de Zacatecas, debe irse insertando en la agenda pública. Este es un primer apunte al respecto.
Una nueva ley en ese sentido debe considerar la importancia de articular distintos derechos ya vigentes y paradigmas funcionales en otras partes del mundo. Así pues, uno de los primeros mecanismos que debería contener es el de Gobierno Abierto, que conjunta la participación, con el derecho de acceso a la información, como medio de mejora de la toma de decisiones e incidencia ciudadana (Gobierno Abierto, entendido como Estado Abierto, es decir, no solo la rama Ejecutiva, sino también la Legislativa, Judicial, órganos constitucionales autónomos y ayuntamientos -pendiente en Zacatecas). La elaboración de encuestas, a través de procesos que le otorguen confianza a la ciudadanía y al Estado para conocer la opinión de los gobernados sobre determinada asignatura, también debe incluirse. Incentivos para la participación ciudadana no solo en el territorio mexicano, sino también para la inclusión en estos ejercicios de los migrantes, a través de sus clubes ya existentes y la promoción para la creación de nuevos. La posibilidad de que los Diputados Locales reciban propuestas legislativas de ciudadanos de sus respectivos distritos (y de todo el estado en el caso de los plurinominales), que tengan la obligación de dar trámite, cuando menos a una de ellas (en caso de haber más de una, la primera en tiempo) en cada período legislativo. Y finalmente, un Sistema Estatal de Participación Ciudadana, que abordaremos próximamente en este mismo espacio. ■
@CarlosETorres_
(http://ljz.mx/2018/11/21/participacion-ciudadana-en-serio-hacia-una-nueva-ley-de-participacion-ciudadana-para-zacatecas/)

Las (futuras) decisiones del presidente.



Las (futuras) decisiones del presidente



Recientemente el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, me obsequió un paquete de libros sobre la nacionalización bancaria, lo que me ha llevado a estudiar más de cerca este episodio de la vida nacional, que detonó, al final de cuentas, la transición electoral, por sus múltiples efectos no deseados por los instrumentadores de dicha determinación, puesto que entre las consecuencias estuvo la perdida de legitimidad del régimen hacia la derecha y la izquierda del entorno político mexicano de los años 80. No solo se trató de un desencuentro entre los afectados directos y el gobierno saliente de López Portillo entonces, también condujo a un abandono de las banderas populares del entonces dominante Partido Revolucionario Institucional, al verse obligado el gobierno encabezado por Miguel de la Madrid a dirigir la administración de una crisis sin fin a costa de las clases trabajadoras y el campo, para corregir los desaciertos del gobierno de su antecesor (sí se quiere, en la última etapa o en los seis años, dependiendo de qué lado de los bandos de “la disputa por la nación”* se encuentre usted).

Este acercamiento a dicha circunstancia nacional me ha llevado también a reflexionar sobre las consecuencias que tienen las decisiones del poder político sobre la economía (por supuesto, también sobre el poder económico), los riesgos del desatino personal potenciados a carácter nacional e incluso sus inmediatas reacciones en la “aldea global” que ya para entonces se vislumbraba.

Parece que, volviendo a “la disputa por la nación”, un bando a recobrado el brío y en la sexta revancha ha logrado hacerse con la victoria: el nacionalismo revolucionario, tan claramente identificado con los sexenios de López Portillo para atrás. A partir de diciembre de 2018 el país retornará a dos escenarios no vistos desde aquellos últimos meses de 1982: el país de un solo hombre, creyente en la rectoría, no del Estado, sino más propiamente suya y de su interpretación, de la economía, por sobre las fuerzas del mercado y, en búsqueda de justicia social con una visión claramente cargada hacia la izquierda en materia económica.
Andrés Manuel López Obrador ha anunciado ya que, así como tomó una decisión (la legitimó, para ser objetivos), a través de lo que él llama “una consulta” (si más adjetivos aquí), lo hará con otras tantas determinaciones que le corresponda implementar como titular del Poder Ejecutivo, en nuestro sistema presidencialista. En este punto, es como se distancia adjetivamente de la decisión comentada al principio, más no de la ausencia de consensos democráticos, sino de polarizaciones no necesariamente deliberativas. Sí algo queda claro en ambas decisiones es que fueron tomadas al cobijo de la convicción compartida con algunos, pero ajena y sin la intención sustancial de acercamiento y reconocimiento a los contrarios en este planteamiento.
Al igual que López Portillo, López Obrador no parece llamar a una campaña de deliberación social y política en serio cuando pretende realizar las “consultas” para el resto de sus decisiones (no sabemos sí trascendentes o no), sino más bien a la legitimación de las mismas, utilizando la democracia participativa no como método, sino como alegato, como en la primera determinación (la de la banca) se utilizó a las manifestaciones no como instrumento de sensibilización social, sino como demostración de un poder en caída.
Dado que no sabemos cómo es que vengan las próximas decisiones del Presidente Electo, estas notas pretenden una reflexión a la que me aproximo de una vez: las decisiones políticas se ven envueltas en un sinfín de elementos a considerar, desde los actores que participan en ella apoyándola u oponiéndose hasta los que reaccionarán, pasando por el contexto y la infinidad de conductas y estrategias que puedan sobrevenir sobre las mismas. La deliberación pública, es decir, la acción colectiva de informarse, debatir y buscar consensos intermedios, a través del reconocimiento de las posturas legítimas del adversario.
Este ejercicio es el que no necesariamente (subrayo) se da cuando se hace un llamado parcial, carente de confianza y credibilidad a las urnas, para participar sin más ánimo que el de sentirse parte de una decisión que quizá (me permito la ingenuidad) ya fue tomada, y a la cual asistimos solo a formar parte de un paisaje ya dibujado. ■
*Por supuesto me refiero al texto de Carlos Tello y Rolando Cordera.
@CarlosETorres_
(http://ljz.mx/2018/11/14/las-futuras-decisiones-del-presidente/)

martes, 13 de noviembre de 2018

Antes del primero de diciembre: tres retos.


Antes del primero de diciembre: tres retos.
Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz

Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones del primero de julio pasado con una inusitada mayoría, que, desde mi punto de vista, se puede explicar por dos elementos de ánimo (las democracias electorales son dominadas por el ánimo popular, no discutamos el punto): una decepción bien ganada por el régimen, que resultó transexenal, que parece haberse agotado y una esperanza, en no pocos casos, desesperada.

Es insalvable que la confianza sea correspondida con astucia y capacidad para gobernar. Las primeras señales del equipo que gobernará con el Presidente Electo, y las reacciones propias del mismo, no parecen hoy permitir esperar mucho. Empezando por los garrafales errores de comunicación (justo uno de los fuertes del equipo de López Obrador), la falta de pericia de su equipo, la incongruencia de no pocos acompañantes en el barco político llamado Morena, y terminando por la impericia de los Legisladores del presidente.

Uno de los primeros frentes que tendrá que abordar el próximo Jefe del Estado mexicano es lograr conformar, de ese archipiélago que hoy es Morena, un continente, cuya sustancia sea una plataforma política que le permita convertirse en un partido político más allá de su actual dimensión sultánica (remítase a Juan Linz) y con ello evitar que las indisciplinas y autonomías relativas que hoy existen se conviertan en una piedra constante en el camino por la consolidación de una Presidencia fuerte (aspiración del Presidente López Obrador, pero también ingrediente necesario para el éxito de las políticas de todo gobierno, con sus limitantes democráticas y lejana en todo momento del autoritarismo).

El segundo reto que se ve es abandonar la idea de la oposición y entender la trascendencia de la posición actual que ocupa no solo López Obrador, sino la órbita de actores que gravitan en torno a él. Es así como podremos entender que una iniciativa, bien intencionada, con mucha racionalidad en todos los aspectos y popular, como fue la de reducir las comisiones que la Banca cobra a sus usuarios, haya pasado a convertirse en una idea de consecuencias innecesarias antes de su discusión y en todo caso, implementación aún cuando se trate de un ejercicio de autoridad (que no por ello debe, ni puede estar alejado al acto de deliberación -Quim Brugué).

El tercero será, sin duda, desprender al Presidente de su habitual concepción unidimensional de las decisiones públicas. Dotarse a sí mismo de una nueva idea de cómo interactúan los actores y no caer en una interesante reflexión de Fausto Zapata (ex secretario de prensa de Luis Echeverría, ex senador y operador de acuerdos de López Portillo, ex embajador y ex gobernador de San Luis Potosí), en referencia a la decisión de JLP de nacionalizar la banca: La teoría del complot (una tentación histórica para todos nuestros presidentes) resultaba conveniente porque velaba las incompetencias y simplificaba el entendimiento de hechos complejos. Gracias a esa tesis López Portillo no necesitaba enfrentarse a sí mismo ni entender parte de la responsabilidad que le correspondía. Solo tenía que identificar traidores. 

Si el Presidente y su equipo logran entender que la narrativa de la oposición ya no puede ser la suya y que la responsabilidad de los problemas que durante dos décadas denunciaron es ya suya, que los mexicanos están hartos de salidas simples y clichés, pues ya no les alcanzan para paliar sus necesidades, habrán dado un primer paso en el rumbo correcto: hacer de la oportunidad encanto y no decepción.

@CarlosETorres_

http://colmenainformativa.com/antes-del-primero-de-diciembre-tres-retos/

La protesta.


La protesta.
Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz.

En el artículo de hace una semana me referí a las críticas sobre el ejercicio de consulta que realizó el gobierno entrante para legitimar la decisión de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Hacia el final de mi participación editorial hice una referencia mínima, a la oposición y su triste papel, que ahora quiero ampliar.

Sí algo cambió el primero de julio no solo fue la clasificación de nuestras fuerzas políticas (de oficialismo a oposición), sino la correlación de las mismas, y aún más trascendente: la forma de ser oposición. Los argumentos liberales que habían venido dominando la agenda resultaron no solo insuficientes, sino a todas luces lejanos a una comunidad nacional que dejó de creerlos y compartirlos. Una sociedad que dejó de acudir a los llamados de construir sólidos edificios institucionales, porque éstos no pudieron nunca abandonar el adorno principal de su funcionamiento, que fue el pacto de impunidad, apenas manchado por episodios electorales sin consecuencias.

E impávida nuestra hoy oposición. Ni el Partido Revolucionario Institucional entendió que abandonar a su militancia nacionalista y liberal, por los rapaces usureros del poder le llevaría no solo a la ruina, sino a la anemia electoral, como tampoco Acción Nacional fue capaz de mantener su esencia de cambio, a partir de la oposición al abuso, perdiéndose en la tarea del poder y mantenerse en él. Del resto, ni el PRD, ni el Verde me han merecido comentario reciente. El primero logró convertirse en lo que sus militancias convertidas en burocracias siempre desearon: una sala de juntas. El otro no es partido, sino franquicia electoral, muy exitosa, por cierto, pues logra colocar su marca en toda victoria. Es Movimiento Ciudadano, con todas sus contradicciones, quien parece mantener vivo el discurso liberal y lograr colocarlo en el ánimo de un número (no muy amplio, por cierto) de mexicanos.

Sin embargo, lo que ha quedado como oposición es insuficiente, carente y, sobre todo: anclada a una realidad pre-Morena, y sin entender a este nuevo ente del entorno político será imposible que lo combatan. No entienden que ha llegado ese momento del que huyeron por capitalizar la despolitización: hacer pedagogía política, más allá de rasgarse vestiduras por indignaciones que la gente no entiende y por tanto no comprende. Llegó el momento de retornar a la batalla en las trincheas, pero también en la red. Hay que “pueblear”, pero también hay que aprender a usar Facebook, Twitter, Instagram y demás. Hay que volver a hacer política más allá de los centros de poder.

Y eso es justo lo que ni unos ni otros parecen entender. Mientras definen un nuevo reacomodo (imposible en el caso del PRI hasta no pasar el primero de diciembre, incapaces en el PAN), López Obrador y su movimiento continúan en expansión: la hegemonía es el objetivo, sin opositores ahora, no habrá quién se les oponga después.

Barack Obama, en una conversación contenida en su libro La audacia de la esperanza, sobre los nombramientos de los jueces de la era Bush: conservadores (ni de cerca de los infames nombramientos de Trump) que a la larga harían un gran daño a las libertades de sus compatriotas, responde un poco a esta situación, le comenta a una demócrata: “las elecciones, después de todo, significan algo, le dije a mi amiga. En lugar de confiar en los procedimientos del Senado había otra forma de asegurarnos de que los jueces escogidos reflejaran nuestros valores, y esa forma era ganando en las urnas”. Todo ello en referencia a que la práctica del obstruccionismo no bastaba para lograr inclinar la balanza. El propio Obama parece haberlo entendido en el proceso electoral intermedio que acaba de llevarse a cabo en Estados Unidos: ha dejado su ostracismo post-presidencial y ha salido de nueva cuenta a la lucha política.

Hay algo que Morena entendió y lo entendió muy bien: no basta obstruir (algunas veces más que obstruccionistas fueron facilitadores), hay que ganar elecciones ¿Cuánto más hay que pasar para entenderlo acá enfrente?
@CarlosETorres_


http://ljz.mx/2018/11/07/la-protesta/