Entre la socialdemocracia y el
liberalismo igualitario.*
Por: Carlos E. Torres Muñoz
Con humilde orgullo a mis primeros referentes ideológicos: Mi padre y
mis Maestros: José Luis Saucedo y Magdaleno Montes.
Las ideologías o tendencias ideológicas (para
ampliar más el escenario), son cartas de navegación. Más allá de la política,
nos definen a menudo en decisiones prácticas, nos dibujan en expresiones, nos
pintan en nuestras relaciones. Incluso estudios recientes de neurociencia
permiten entender que de acuerdo con nuestra ideología, la estructura cerebral
es distinta en las personas. Ni más ni menos inteligentes, solo estructuras, y
formas de procesar la información exterior diferente. Claro, incluso suena
lógico: no perciben igual un hecho determinado un conservador y un liberal, y
por tanto, no reaccionan de la misma manera.
La ideología no solo nos define a la hora de votar,
nos inclina en decisiones, define nuestra personalidad y por tanto, nuestra
actitud en las relaciones. La neurociencia y la psicología han clasificado en
dos las tendencias ideológicas de acuerdo a la conducta y la estructura
cerebral. Conservadores o de derecha y liberales o de izquierda.
Es extraordinario entender qué reaccionamos cómo
reaccionamos no sólo por nuestra cultura, formación académica o ambiente de
desarrollo, sino que nuestras inclinaciones políticas, económicas y sociales,
son también consecuencia de nuestra genética y proceso neuronal.
En este sentido, en términos generales las personas
con una tendencia conservadora en política, suelen aspirar a condiciones de
certidumbre, de seguridad, por lo tanto son menos tolerantes al cambio. En
contra parte las personas con una ideología liberal son dadas al riesgo, son
más abiertas e impulsivas. Según los mismos estudios las personas de derecha
suelen mostrar más afecto hacia sus seres cercanos con exclusión de los
lejanos, mientras que los liberales pueden ser igual de afectivos sin importar
parentesco.
De manera general las investigaciones hechas en
Estados Unidos y Reino Unido han encontrado que los conservadores tienen más
desarrollada la amígdala derecha, encargada de procesar las decisiones, al
tiempo que son más sensibles al miedo y la incertidumbre, en términos políticos
están a favor de la pena de muerte, contra el aborto, y en Estados Unidos por
ejemplo son pro-armas y contra inmigrantes ¿Le suena? Sí, Republicanos
(Derecha).
En cambio los liberales tienen más desarrollada la
corteza cingulada anterior, que se encarga de procesar los conflictos, y la
toma de decisiones frente a éstos. Son más propensos a aceptar el cambio, a
adaptarse a condiciones nuevas y son menos irritables. En términos políticos
están contra la pena de muerte, a favor del aborto y en Estados Unidos, a favor
de una regulación más estricta del uso de armas y pro-inmigrantes ¡Claro,
Demócratas, Obama! (Izquierda).
En general por estas mismas condiciones neuronales,
podemos derivar otras conductas menos públicas y más privadas. Siendo más
sensibles al miedo, y a las emociones es común que los conservadores sean más
rígidos, menos propensos a los riesgos, prefieren “conservar” las condiciones
que ya conocen, en las que no corren peligro alguno, o entienden sin
ambigüedad.
Y es claro que de manera casi opuesta los liberales
son menos rígidos, más dados al riesgo, que prefieren el cambio, la
experimentación y la “liberalización” de las circunstancias.
Aunque es claro que no hay extremos, y que en
política, economía y en general en todo lo que tiene que ver con lo público,
hay izquierdistas muy conservadores y derechistas muy liberales. Ejemplo de
ello son aquéllos que militan en la izquierda pero se oponen a la legalización
del aborto, el matrimonio igualitario o incluso, en los extremos a la
democracia liberal (entendida luego en un totalitarismo muy conservador como un
instrumento para legitimar el poder de la burguesía). O en cambio los
derechistas que durante años defendieron (y defienden, espero) la democracia y
los derechos humanos.
En México, tristemente, en una tergiversación de
nuestro sistema democrático partidista, los Partidos Políticos, cada día tienen
menos que ver con ideologías. Ejemplos como los que acabo de citar están en
todos los partidos y colores. A tal grado que hoy es común ver coaliciones o
alianzas que rayan en lo absurdo: izquierda y derecha, de la mano ¡Al Congreso!
O partidos que representan posturas tipo “Ni nos benefician, ni nos perjudican,
sino todo lo contrario” (Echeverría dixit).
Tal parece que hemos caído en los vicios:
demagogia, populismo, oligarquía… y sígale.
Pero mi intención no es hablar tanto de política
como de la vida cotidiana. Es un tema que debato constantemente con amigos,
familiares y compañeros. Les debía este análisis, y me lo debía a mí mismo.
Como todo hay puntos intermedios. Las ideologías,
desde mi punto de vista, deberían ser graduales, y aceptar los puntos medios.
Los extremos suelen ser perjudiciales. Yo por lo pronto, y luego de una
disertación entre liberalismo y socialismo, he decidido situarme entre la
socialdemocracia (faceta democrática y moderna del socialismo) y el liberalismo
igualitario (defensora de la justicia social en el campo liberal).
Creo en la igualdad, las instituciones
democráticas, los derechos humanos, su ampliación, conquista, respeto y
defensa. Creo también en la equidad, los derechos sociales y su necesaria
protección y garantía para lograr una sociedad en que podamos asegurar a todos
cuándo menos condiciones de bienestar.
Por lo pronto, con el riesgo que apunto a ir
modificando mi inclinación ideológica, me declaro un liberal igualitario y sin
contradicción (aún) un socialista demócrata.
@CarlosETorres_
Originalmente publicado en el medio electrónico Pulso del sur.
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