sábado, 11 de febrero de 2017

Contexto.

Del Teletón y la guadalupana.
Por: Carlos E. Torres Muñoz

Al momento que esto escribo me colma un día excesivo tono crítico en las redes sociales, principalmente Facebook. Comprendo (y aplaudo) que estos medios se hayan vuelto un lugar para la denuncia, un foro público de fácil acceso para la demanda, la crítica, la expresión de asuntos tanto privados como públicos. Lo celebro porque me parece que se ha convertido en un espacio público que permite la participación de forma sencilla, aunque por ello mismo, no pocas veces irresponsable y cada día, parece, más intolerante.

Dos hechos me llevan, hoy sobre otros días, a pensarlo así: el primero, en Jalpa (mi pueblo natal) han aparecido grafitis sobre el muro del Templo principal, que inician con la célebre frase del pensador alemán Friedrich Nietzsche, en Así habló Zaratustra: “Dios ha muerto”, justo el día de una de las celebraciones más importantes para los católicos mexicanos, el día en que se venera a la Virgen de Guadalupe. La intención, supongo, incitar a la duda y a la liberalización de lo que sus autores suponen aún el opio del pueblo (quizá, el anónimo nunca deja razones), coincido en la duda permanente, constante instrumento del progreso, pero me pareció una ofensa innecesaria, un ardid protagónico. El segundo, el reiterado llamado a boicotear la iniciativa conocida como Teletón, por la pérdida de credibilidad de Televisa y de sus organizadores frente a un amplio (y en crecimiento) grupo de la población.

En el primer caso, sin ser católico, ni compartir los criterios de la jerarquía católica, me parece una necedad innecesaria la de ofender a los creyentes y agredirlos en su fe. El liberalismo o el progresismo (depende de qué quiera entender usted por ello) no significa, en ningún momento intolerancia, sino empatía. Ningún principio liberal se enfrenta a la práctica individual y libre de ninguna religión, antes al contrario, supone ésa libertad de cada persona para poder hacerlo, sin el acoso del Estado y con el obligado respeto de la sociedad, con aquél como garante de ello. No tiene sentido que quienes tenemos razones para haber abandonado cualquier fe queramos convencer a otros de hacerlo, como tampoco que ellos quieran hacerlo con nosotros de volver a ella. Cito al máximo exponente del liberalismo en México: Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz. Esta frase tan nuestra, tan trillada, entraña en sí el beneficio de la tolerancia: la armonía. La decisión de practicar o no una religión debe ser tan particular como unipersonal y respetuosa de cualquier otra decisión en ese aspecto. Esta definición no dice nada de nosotros, nuestras acciones cotidianas, la forma en que uno se dirige al resto, sí. Creo que no hay posibilidad de encontrar en las religiones clasificaciones maniqueas, como tampoco en las personas. Creo que la hipocresía es detestable, pero tan hipócrita es ser mocho, como ser liberal o progresista e intolerante.

En el otro acontecimiento, entiendo la molestia y decepción de muchos de mis contactos en Facebook, pero no coincido en su confusión: Televisa y todo lo que es reclamable a la empresa no deben ser pretexto para ofender la necesidad imperante y real de muchas familias mexicanas que tienen entre sus miembros a una persona con algún tipo de discapacidad. Seguramente la iniciativa del Teletón tiene sus puntos oscuros, no conozco iniciativa que carezca de éstos hoy en día o quién los sospeche. Yo recomendaría, en ambos casos, el beneficio de la duda: tanto de los organizadores del Teletón como de sus críticos. Es cierto, es posible que esta fundación no sea sino una muy buena idea (niéguelo) para algún movimiento tramposo de recurso económico, pero también es cierto que las instalaciones prestan un servicio necesario y urgente para muchos (no todos, es cierto, supongo) de los que lo necesitan. Para estas familias no importa tanto sí el Estado debería proporcionales el servicio, sí con dicho evento se evaden impuestos, sí Televisa es una empresa sin escrúpulos... etc. Lo que importa es que ven a sus seres queridos recibir la atención requerida: es una necesidad imperante, que, siendo pragmáticos, se cumple de una u otra forma.

No avalo el desentendimiento del Estado, ni aplaudo las siluetas legales que se hagan con dicha organización, lo que creo es que, en el acto de expresarse dolosamente de este asunto, en lugar de otros, se encuentra un grado de inconformidad incongruente: no ayudamos en realidad en nada, solo perjudicamos. Es lamentable decirlo pero sí esos impuestos en lugar de ser invertidos en un CRIT son entregados al Estado, difícilmente podremos asegurar un cumplimiento similar. En estos casos, y de verdad creo que es muy lamentable decirlo así: “de los males el menor”.

En este caso, como en el primero, soy de los que no coincide. Ni soy católico ni dono al Teletón, pero hoy por hoy no me esforzaría ni siquiera un poco en convencer a alguien de que coincida conmigo y me imite. Ése es un asunto tan personal como otros que respeto con actitud liberal.

A veces he coincidido con la impotencia de la inconformidad, sin embargo también he aprendido que la soberbia intolerante no auxilia, al contrario, perjudica a nuestras causas.

@CarlosETorres_

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