sábado, 11 de febrero de 2017

Poder.

Nuevas formas de ejercer el poder ¿Adiós a los temores?
Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz.

En los albores de la elección de 2012 no fueron pocos los que manifestaron su temor ante la inminente segunda alternancia y el retorno al poder de Partido Revolucionario Institucional, identificado por ellos como un peligro para las conquistas democráticas que se habían obtenido recientemente, principalmente académicos y líderes sociales identificados con la izquierda.

Tampoco fuimos pocos los que apuntamos que, las conquistas democráticas que permitieron la primera alternancia y la transformación del Estado Mexicano y sus instituciones, se dieron justamente en gobierno emanados del PRI, cuyos más radicales avances se obtuvieron en los últimos dos sexenios, encabezados por el satanizado Carlos Salinas de Gortari y el poco reconocido Ernesto Zedillo.

La mayoría democrática y el respeto a ésta fueron las premisas con las que Enrique Peña Nieto dirigió su estrategia de campaña. Obtener suficientes votos para la legitimación del triunfo, sin dejar lugar a dudas sobre éste y la popularidad social fueron los objetivos más claros, puestos en determinados momentos en peligro por los vaivenes comunes de las contiendas electorales.

Con los aspavientos (esperados en cierto grado) del candidato que (para efectos jurídicos y por tanto, los únicos válidos) resultó por segunda vez perdedor, la tarea del Presidente Electo y su equipo debió enfocarse en construir la ruta crítica que les permitiera poner en práctica el concepto de “Democracia Eficaz”, que habían ofrecido al electorado, y cuya idea fundamental es hacer de la pluralidad una palanca y no un obstáculo para el desarrollo de México.

Aunque  se ha reconocido que la idea no nació (cuando menos en términos concretos y específicos) del equipo del Presidente, el Pacto por México, vino a ser una herramienta útil para salir de lo que Macario Schettino ha llamado “el interregno[1]”: la etapa iniciada luego del fin del régimen emanado de la revolución democrática dado en 1997 (según el mismo autor), con la primera conformación de una Cámara de Diputados sin mayoría absoluta del PRI.

En pocos meses, con mayorías democráticas que siendo absolutas en términos legislativos, no fueron absolutistas, el lema “Mover a México” se hizo una realidad patente: Reformas constitucionales en lapsos históricos, acuerdos que permitieron tocar los cimientos de varios temas que habían sido intocables, sea por la oposición de poderes fácticos o por idiosincrasia popular.

Por motivos internos, los partidos mayoritarios de la oposición tuvieron que abandonar en distintos momentos el Pacto, y el Ejecutivo, junto a su partido, no objetaron tales decisiones por considerar que se había obtenido suficiente, aunque hay quienes pensamos que aún podía dar más, como una reforma completa en materia de transparencia y rendición de cuentas, que nos pusiera al día con los modelos más avanzados en la materia.

Ésa fue, en términos incluso teóricos, una clara demostración de que el autoritarismo no tenía más lugar en México, que la regla para la toma de decisiones sería la construcción de mayorías  a partir de los consensos y que los disensos se respetarían sin recriminaciones, incluso en el discurso político, legal y legítimamente justificable.

La semana pasada hubo otra muestra de que, sin ceder en la constante resistencia y lucha por el respeto y no retroceso de las libertades logradas, y la conquista de otras, no hay demostración alguna de que haya una dirección en sentido contrario al que se ha venido dando desde hace algunos años que es el de la liberalización del régimen, la transición a la democracia, la consolidación de ésta y la construcción de un Estado Constitucional de Derecho moderno.

Ante las demandas de los jóvenes del Instituto Politécnico Nacional en un mes de triste, colérica, y vergonzante memoria, asentada en el año de 1968, la reacción del titular de la Secretaría de Gobernación dejó la comodidad de la oficina y de la intermediación, y atendió en persona la manifestación. Un riesgo, que, estemos o no de acuerdo con quién lo tomó, no es común en México, menos aún, frente a un sector que desde la campaña electoral de 2012 se hizo notar a partir de su oposición al hoy Presidente de la República.

Que nos falta mucho, nos falta, pero nos faltaba más. Es mezquino desconocer los avances, negar loa aciertos y descalificar todo intento por mejorar en un ánimo fatalista y mesiánico, no ayuda, entorpece, retrasa y termina dando pretextos a quiénes (porqué aún quedan) melancólicos del pasado.



@CarlosETorres_

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