Después del primero de julio.
Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz.
México se encuentra como
nunca frente a su futuro, colmado de oportunidades democráticas, de esperanza
social, pero también de incertidumbres y retos. El resultado histórico
innegable del primero de julio trajo un ánimo de celebración a la sociedad en
dos sentidos: el primero, de un ajuste a partir del instrumento clásico y más
efectivo de rendición de cuentas, el voto, y el segundo, por una legítima
expectativa de transformación social con un rumbo y visión diferente a la que,
en la conciencia popular, ha guiado estos años la vida pública de México. Sin
embargo, también nos enfrentamos a un cúmulo inherente de incertidumbres, las
propias que caracterizan a la democracia y las de una opción cuyas formas,
dinámicas y objetivos, apenas se alcanzan a visualizar, desde diferentes
perspectivas, no pocas veces disonantes entre ellas, incluso contrapuestas y no
tan claras como se acostumbraba en anteriores sucesiones.
Todos los retos que se
visualizaron en la campaña siguen pendientes, salvo quizá la reacción
antidemocrática. La tarde y noche del primero de julio, México demostró ser una
democracia en formación de demócratas consistentes y convencidos. Nuestras
instituciones funcionaron a la altura de los sistemas constitucionales
democráticos más acabados del mundo y no hubo regateo alguno a los resultados,
de por sí abrumadores. Tendremos que hacernos cargo de la desigualdad, de la
lucha contra la corrupción y la violencia, con nuevos elementos en el
horizonte: una nueva relación de equilibrios y contrapesos en los poderes de la
unión, las autonomías y soberanías constitucionales. El proyecto ganador, dejó
de ver durante toda la campaña una visión anterior a la que hoy existe en
nuestro sistema político al respecto y la elección trajo consigo una mayoría
legislativa absoluta a la coalición encabezada por Andrés Manuel López Obrador.
Es deber democrático de
todos los mexicanos reconocer la victoria del líder social que hoy es
Presidente Electo, y también es obligación de una ciudadanía libre, moderna y
comprometida, acompañarlo leal y críticamente, vigilarlo y respaldarlo, según
sea el caso y de acuerdo a nuestras convicciones y filiaciones partidistas,
ideológicas e intereses. Esta tercera
alternancia, para muchos (incluido yo mismo), la confirmación faltante de la
consolidación de nuestra democracia, debe llamarnos al ejercicio de ciudadanía,
como antes, como siempre. Hay que evitar permisos para excesos, pero también
los obstáculos innecesarios. La oposición habrá de enfrentar la no muy sencilla tarea de equilibrar sus
posicionamientos a riesgo de cargar con el reproche popular y desaparecer del
escenario, circunstancia potencial que a nadie conviene, ni siquiera al propio
Presidente.
Dejemos fuera los
temores y resolvamos los pendientes. La mejor manera de evitar que pase lo que
nadie desea, es en la labor cotidiana, permanente, responsable y transparente a
favor de nuestra democracia. Defendamos a las instituciones en su esencia,
reformemos el sistema en sus fallas, fortalezcamos sus virtudes y ampliemos
nuestras ambiciones, como país nos lo merecemos todos.
No puedo dejar de
congratularme por quiénes han hecho un esfuerzo histórico, de vida, congruente,
de resiliencia y resistencia por lo que hoy ven cumplirse. Provengo del
aprendizaje de muchos de ellos. Enhorabuena, hagan de la poesía de sus
protestas política e historia. A quiénes desde enfrente hoy asumimos un nuevo
rol, nos queda la experiencia del poder del voto. La rendición de cuentas, tan
esperada, tan anunciada y tan negada por lo que hoy la celebran, está aquí,
aprovechémosla todos. Llegó la hora.
Cierro: como lo anuncié,
no voté por López Obrador. Contará con mi lealtad como ciudadano crítico,
analítico, en favor y en contra de muchas de sus posiciones e ideas, pero sobre
todo, tiene mi confianza prestada. Sí coincido, no le escatimaré
reconocimiento, si disiento no faltará mi voz, aún en el desierto.
@CarlosETorres_
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